jueves, 22 de julio de 2021

Actividad 03 Religión, grado sexto. 3P

La crucifixión y la muerte de Jesús.


Después de haber sido sometido a duras torturas (azotes, palizas, burlas, etc.), Jesús fue conducido fuera de las murallas de Jerusalén a un pequeño monte, el Gólgota (que significa La Calavera), para ser crucificado allí.
Jesús  fue condenado  a  morir  en  la  cruz,  un  suplicio  que  los  romanos aplicaban  a  asesinos, esclavos, traidores y rebeldes. Un  crucificado,  si  conseguía  apoyarse,  podía  tardar  días  en  morir.  Por  eso  les  rompían  las piernas,  para  que  muriera asfixiado  por  el  peso  del  propio  cuerpo.  Jesús  murió  sin  que  le quebraran  las piernas,  aunque antes un soldado le atravesó el costado con una lanza.
Era habitual poner un letrero en la cruz indicando el motivo de la ejecución. En el de Jesús ponía: "Jesús Nazareno, rey de los judíos" (cuyas iniciales en latín son INRI).
Jesús  murió  crucificado  junto  a  dos  criminales.  Al  pie  de  la  cruz  estaban  su  madre,  algunas mujeres y Juan, el discípulo amado.
Sentido de la muerte de Jesús.
La  muerte  de  Jesús  es  el  gesto  último  y  definitivo  en  el  que  muestra  su  amor  por  las personas: "Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos". Por eso, la cruz, a pesar de ser un instrumento de tortura y de muerte, ha pasado a ser para los cristianos la señal del amor de Dios y de Jesús por las personas.
Los cristianos leen los relatos sobre la muerte de Jesús, no tanto como documentos que cuentan lo que pasó, sino como escritos que alimentan su fe porque reflejan lo que creen sobre Jesús: que es el salvador de la humanidad. Decir que Jesús "murió por nosotros" significa que:
•La pasión y muerte de Jesús ha sido y es "por nuestra causa", es decir "por nosotros, por todos los hombres".
•Gracias  a  la  muerte  de  Jesús,  todos  los  hombres  y mujeres  del  mundo  están  salvados  en Jesucristo del pecado y de la muerte.
•Con su muerte, Cristo consigue la vida para las personas y las conduce hacia Dios, su verdadero destino.
La sepultura
Según los evangelios, algunos amigos de Jesús pidieron permiso al gobernador romano para recuperar su cuerpo y poder enterrarlo. Entre los judíos, los enterramientos se llevaban a cabo no en el suelo, sino depositando los cadáveres en cuevas, cuya entrada quedaba cerrada por grandes piedras para evitar que entraran animales o saqueadores. Asimismo, los cadáveres solían  ser  ungidos  con  perfumes  y  aromas,  para  retrasar  lo  más  posible  los  efectos  de  la descomposición.
A Jesús lo colocaron en un sepulcro que estaba cerca del lugar de la ejecución y en el que aún no  había  sido  enterrado  nadie.  Era  propiedad  de  un  judío  importante,  discípulo  de  Jesús, llamado José de Arimatea. Sin embargo, debido a que se acercaba el sábado, no dio tiempo a terminar de ungirlo con los perfumes.

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