La desobediencia, el origen del mal.
Nadie sabe cuál fue el primer acto malo realizado por un ser humano. El autor bíblico lo sitúa en la desobediencia de Adán y Eva, los padres de la humanidad. Según el relato bíblico, Dios lo colocó a Adán y Eva en el jardín del Edén para que viviesen felices, cuidando de aquel huerto, alimentándose de todos los árboles y platas que allí había, y sintiendo la compañía de su Creador. Solo tenían una prohibición: no podían comer del árbol que estaba en medio del huerto.
Adán y Eva comieron la fruta del árbol prohibido desobedecieron a Dios y perdieron el estado de armonía y de santidad en el que vivían. A partir de entonces todas sus relaciones quedaron alteradas:
Con Dios: Ya no lo verán como su Creador, como alguien que está a su lado, sino como aquel del que hay que esconderse.
Con otras personas: La persona ya no mirará a otra como a un igual, sino como a un posible contrincante.
Con respecto a la tierra y al resto de seres vivos: La tierra dejará de ser el lugar que nos da sustento y alimento para convertirse en un lugar de trabajo fatigoso. Los animales aparecerán como enemigos de los que hay que defenderse.
El pecado original, es un pecado “contraído”, no “cometido” por nosotros; es una condición de nacimiento y no un acto personal. No es comer un fruto prohibido, sino el desencuentro con Dios y alejarse de sus designios. Al principio de la historia de la humanidad se produjo el pecado de los orígenes; que muestra el deseo de Adán y Eva de vivir sin la cercanía de Dios y no querer que esté en el Paraíso con ellos. Y como el mal siempre provoca mal, ese pecado desencadenó otros más que fueron influyendo negativamente en las personas y en la historia.
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