Llamados a vivir como hijos de Dios.
Dios crea para la felicidad.
Dios crea para hacer partícipe al ser humano de su vida bienaventurada, lo cual implica ser bienaventurados ya en esta vida. De hecho, Dios pone en el corazón de cada persona unos deseos de plenitud que se resumen en:
· -Querer vivir.
· -Querer vivir para siempre.
· -Querer vivir con los demás en un mundo en el que reine definitivamente la justicia y la paz; un mundo en el que no exista el dolor, ni la muerte y en el que, en cambio, reine el amor, la libertad, la justicia y la paz.
Dios crea personas libres y responsables.
Para que los seres humanos puedan alcanzar la felicidad, Dios los crea libres, es decir, les da el uso de la razón para conocer el bien y la voluntad para llevarlo a cabo.
Sin embargo, la libertad no es, simplemente lo que a uno le parezca más conveniente, sino que es la capacidad que Dios nos ha dado para que busquemos el bien y actuemos en consecuencia.
Dios guía por medio de la conciencia
Además del deseo de felicidad, Dios propone el camino para alcanzarla. En lo más profundo del ser humano hay una voz que nos indica el camino para amar y hacer el bien, y para evitar hacer el mal.
Esa voz interior que resuena en la mente de toda persona es la conciencia. Dios habla por medio de ella, indicando lo que es bueno y justo, y advirtiendo de lo que es malo e injusto.
Ahora bien, necesitamos formar bien la conciencia, para que no nos dejemos llevar por nuestros deseos, gustos e intereses. Para ello, el creyente debe:
· -Conocer lo que Dios ha ido revelando por medio de su Palabra.
· -Orar a Dios para que, con una mirada limpia, se pueda reconocer verdaderamente lo que es bueno y lo que es malo.
· -Dejarse aconsejar por aquellos que, en su nombre, pueden ayudar y perseguir el bien.
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