Autoridad
moral de Jesús
“Maestro, ¿qué he de hacer
yo de bueno para conseguir la vida eterna?”. Al joven que hace esta pregunta,
Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a Dios como “el
único Bueno”, como el Bien por excelencia y como fuente de todo Bien. Luego
Jesús le declara: “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. (Mt
19,17) Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor del
prójimo: “no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás
testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre”. Finalmente, Jesús resume
estos mandamientos de una manera positiva: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”.
Amor
que procede desde el interior.
Amor a Dios y amor al
prójimo son inseparables, son un único mandamiento. Pero ambos viven del amor
que viene de Dios, que nos ha amado primero. Así, pues, no se trata ya de un
mandamiento externo que nos impone lo imposible, sino de una experiencia de
amor nacida desde dentro, un amor que por su propia naturaleza ha de ser
ulteriormente comunicado a otros. El amor crece a través del amor. El amor es
divino porque proviene de Dios y a Dios nos une y, mediante este proceso
unificador, nos transforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos
convierte en una sola cosa, hasta que al final Dios sea todo para todos (cf. 1
Co 15,28).
Amor
humano
Jesús es semejante a los
hombres (Fil 2,7), no inventa el amor, asume el que encuentra en los seres
humanos, hasta tal punto que lo vive con los sentimientos, luces y oscuridades
de cualquier amor humano. Se alegra (Jn 15, 11), siente dolor y angustia (Mt
26, 37), experimenta tristeza (Mt 26, 37), llora (Jn11, 35), se alegra con sus
apóstoles, se molesta con sus discípulos y con su familia (cf. Mc 3,20). Su
amor humano lo vive con predilección por los más pobres y más abandonados,
aquellos a quienes les falta más el amor vivido como respeto, como valoración y
como personalización. Esta es la compasión de Jesús: se alegra con la alegría y
se entristece con la tristeza del otro.
Amor
que abraza a todos los hombres
El documento de Puebla en el
número 192 dice que el amor de Jesús “abraza a todos los hombres, que
privilegia a los pequeños, los débiles, los pobres. Que congrega e integra a
todos en una fraternidad capaz de abrir la ruta de una nueva historia”. De
acuerdo con este documento, Jesús ama a toda persona en su singularidad (amor
universal de Jesús), pero no a todos lo mismo (cf. Jn 13,23). El amor a cada
persona es la expresión concreta de su amor al Padre y a su proyecto, que es el
Reino (amor exclusivo de Jesús).
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