Jesús subió a Jerusalén para
celebrar la fiesta de la Pascua con sus discípulos. Durante la cena, Jesús
realiza unos gestos de gran trascendencia: al tener cercana su muerte, bendice
y reparte entre los discípulos el pan y el vino mientras les dice que ese pan y
ese vino son su cuerpo y su sangre. Él les daba “su cuerpo y su sangre” para
que comiesen y bebiesen.
Con este gesto, Jesús
entregaba su vida (su cuerpo y su sangre) para que fuera alimento y salvación
de todos los seres humanos. Desde entonces los cristianos se reúnen para
compartir el pan de la Eucaristía. En ella se hace presente el Señor muerto y
resucitado.
Oración del huerto y arresto.
Terminada la cena, Jesús y sus
discípulos salieron a las afueras de Jerusalén y se dirigieron a un huerto
llamado Getsemaní, situado en el monte de los Olivos. Allí Jesús se puso a
rezar; mientras tanto, sus discípulos dormían. Fue una oración llena de
sufrimiento porque intuía lo que le esperaba, pero a la vez llena de confianza en
el Padre.
Hasta aquel monte llegó Judas
Iscariote, el discípulo que lo traicionó, conduciendo a los soldados que iban a
arrestarlo.
Los dos juicios.
Jesús fue juzgado dos veces:
ante el sanedrín y ante Poncio Pilato.
El juicio religioso: Jesús fue conducido ante el Consejo de Ancianos, un
tribunal que era la máxima autoridad religiosa del pueblo judío, presidido por
el sacerdote. Allí lo acusaron de haber hablado en contra del templo y de
incumplir repetidamente el precepto del sábado. Pero el delito por el que
pedían su muerte fue que Jesús aceptase públicamente ser el Mesías enviado por
Dios. Afirmar tal cosa era considerado blasfemia y, según la ley judía, la
blasfemia se condenaba con la muerte.
El juicio político: Las autoridades judías llevaron a Jesús ante Poncio Pilato, el
gobernador romano. El Consejo de Ancianos, para hacer efectiva una condena
a muerte, necesitaba el permiso del gobernador.
El juicio ante Pilato fue
distinto del realizado ante el Consejo de Ancianos. Jesús fue acusado de
proclamarse rey de los judíos porque, de esta forma, lo hacía aparecer ante los
romanos como un agitador que ponía en peligro el orden público.
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