No he venido a abolir la
ley, he venido a servir.
Como
buen judío, Jesús cumple la Ley de Moisés, en ningún momento pretende abolirla
sino que, en sus propias palabras, pretende llevarla hasta sus últimas
consecuencias. La novedad de Jesús está en resumir toda la Ley y los profetas
en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
Jesús
recogió los diez mandamientos, pero manifestó la fuerza del Espíritu operante
ya en su letra. Predicó la justicia que sobrepasa la de los escribas y
fariseos, así como la de los paganos.
La
ley desligada del amor al prójimo había degenerado en un legalismo de cientos
de normas que difícilmente se podían cumplir. Ante el legalismo farisaico Jesús
contrapone la ley del amor como criterio máximo desde el cual realizar las
prácticas morales y religiosas.
Jesús,
colocándose una toalla a la cintura, empezó a lavarles los pies a sus
discípulos. De esta forma comienza Juan el episodio del lavatorio de los pies.
Una acción simbólica que condensa toda la enseñanza ética de Jesús: los
cristianos han de ponerse al servicio de los hermanos, lavar los pies de la
humanidad. El servicio, por tanto, es un deber ético y religioso que tiene su
origen en la forma de vida de Jesús, una vida entregada a los demás.
Jesús dedicó su vida a
servir, vivió siempre para los demás y se entregó totalmente al servicio de los
necesitados. Esta actitud es el modelo que todos debemos seguir, pues seremos
personas auténticas sólo en la medida en que sepamos servir y ser útiles al
prójimo. En la medida en que saquemos el egoísmo y dejemos sitio en el corazón
para todo el que necesita de nosotros. Sólo personas con una verdadera actitud
de servicio serán capaces de construir un nuevo mundo de hermanos.
Tomado de: Libro ver a Jesús, SM.
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