La conciencia II
Texto 03: La conciencia como una de las grandes diferencias entre la persona y los animales.
La conciencia es el sello definitivo de lo humano, donde el ser humano se identifica a sí mismo como humano y humanizado. Es la interioridad lo que nos hace humanos. Pues bien, la conciencia es lo más íntimo, el último reducto de lo personal. En la conciencia sentimos la maravilla de ser humanos, de poder decidir cómo queremos ser y, después, de escoger el camino que nos llevará a ello.
También experimentamos la capacidad y decisión de decir no a lo que estropea nuestra vida, nos aleja de nosotros mismos y de nuestra felicidad. En la conciencia sentimos la invitación silenciosa y urgente a crecer, acercarnos más y más a la meta, a nuestra felicidad. Ese es nuestro orgullo. Podemos medir nuestra humanidad por nuestra conciencia. Eso sí que nos pone más allá y muy por encima del animal, que se guía sólo por instinto o, en todo caso, por el amaestramiento.
QUINTIN CALVO, La vida cristiana. La moral. SM
Texto 04
A partir de este núcleo central y profundo de la persona se articulan todos los demás aspectos de nuestra existencia. Nuestros afectos, nuestra razón, nuestros deseos y expectativas todo que da interpretado y orientado por nuestra conciencia. Es ella la que los valora, los juzga y, en consecuencia, dirige nuestras acciones siempre en busca de ese “yo ideal” que se ha forjado.
De aquí la importancia de avanzar en el camino hacia una conciencia autónoma y, por tanto, responsable. Se trata de asumir la tarea de la propia construcción personal de una forma consciente, apropiándose los valores auténticamente humanizadores. De lo contrario, el ambiente social o las circunstancias de la vida van configurando nuestro ser persona casi sin que nos percatemos de ello.
Sólo así podemos hablar de responsabilidad, es decir, de la capacidad que tenemos las personas de responder de nuestros actos. Los actos particulares de la vida personal adquieren sentido cuando los enmarcamos en el proyecto de vida de nuestra escala de valores, cuando los podemos explicar como manifestación y plasmación de esos valores. De lo contrario, sentimos que “nos han pillado en la falta” porque el acto particular no encaja con la opción de nuestros valores y por tanto “no sabemos cómo explicarlo”. Persona responsable es aquella que puede aclarar el porqué de un determinado acto de su vida y asume las consecuencias de ese mismo acto como manifestación de su propia persona.
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