LA FAMILIA, EL PUNTO DE PARTIDA.
La presencia de la familia en la sociedad es tan fuerte que quizás no nos hayamos fijado suficientemente en la importancia que tiene.
MÁS ALLA DE LOS GENES
La primera realidad que nos entregan nuestros padres es nuestra constitución fisiológica. Nuestro cuerpo surge del encuentro de dos dotaciones genéticas que desarrollan un nuevo y único ser. Nuestro cuerpo procede directamente del cuerpo de nuestros padres.
Sin embargo, el aporte de los padres a la vida de los hijos va mucho más allá. Los genes determinan nuestra apariencia, el desarrollo de nuestro físico, pero cada persona es mucho más que el desarrollo de su propio cuerpo. El cuerpo constituye la base sobre la que más tarde actuarán los otros elementos educativos, que son mucho más relevantes; por ejemplo, la dotación genética está muy relacionada con el temperamento. La educación actúa sobre la persona y configura todas las demás dimensiones.
LA EDUCACION FAMILIAR
El ambiente familiar es el lugar donde el niño se descubre a sí mismo y desde donde descubre el mundo. Los padres son el primer punto de contacto con todo su entorno. En ese contexto, el niño adquiere los hábitos y valores que constituirán su propia personalidad y la forma de ver la vida.
No existe la educación familiar perfecta, porque todo en la vida de las personas tiene sus luces y sus sombras. Por eso es muy importante en algunos momentos, especialmente cuando queremos construir nuestra propia identidad, tomar conciencia de lo que ha sido nuestra historia y nuestra educación familiar, para agradecer todo lo que hemos recibido y afrontar los retos de nuestra propia personalidad. El grupo familiar es el más importante de todos a los que pertenecemos.
La pertenencia a la familia evoluciona a lo largo de la vida, pero siempre constituye uno de los lazos fundamentales de las personas. Cuando se es niño, la dependencia es total; al crecer y ganar en autonomía, esa dependencia directa disminuye, aunque se mantienen vínculos afectivos muy importantes. Los momentos más difíciles en la integración familiar de los hijos se suelen dar durante la pubertad y la adolescencia, cuando se quieren definir sus propias opciones personales.
Tomado del libro de grado octavo: "Ver a Jesús" de la editorial SM
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