Un ser supremo que se manifiesta en lo sagrado.
Esa realidad suprema llamada Dios no pertenece al orden de lo natural, es distinto a lo que nos rodea y, sin embargo, se puede experimentar en determinados lugares, a través de determinadas personas o acciones.
Sagrado significa “separado”, y lo que es sagrado ya no puede ser tratado de cualquier forma porque ya no pertenece al mundo natural, sino a Dios. Ha sido separado de las demás cosas por esa “presencia” de lo espiritual. Las cosas sagradas son distintas porque representan “algo”, más allá del mundo que se ve. Aquello que se ha convertido en sagrado está como “habitado” por esa realidad del más allá; es como una puerta hacia esa otra realidad superior que llamamos Dios, Misterio o Ser Superior. Lo sagrado es como una dimensión distinta que se manifiesta en la realidad visible pero que está más allá de ella. Lo sagrado atrae y al mismo tiempo produce cierto temor, pero la persona religiosa se acerca a ello porque de ese contacto espera recibir fuerza, energía, salvación en definitiva.
Para que exista religión no basta con un Dios que se manifieste en lo sagrado. Hace falta una respuesta positiva, real y efectiva de la persona que oriente su vida hacia eso divino, trascendente, espiritual, etc: Es la actitud religiosa.
Lo que convierte a una persona en religiosa no es solamente el “sentimiento” de Dios que pueda aparecer en la vida. Se requiere una actitud de respuesta que reconozca al Misterio como valor central y que busque la propia salvación en Él. Si no se va más allá de la mera curiosidad o de un sentimiento más o menos esporádico, no hay religión. La actitud religiosa busca en la comunión y en la cercanía del Misterio la salvación, y por eso la persona se confía en las manos de esa realidad suprema. Esto conlleva inevitablemente un cambio en la forma de vida. La actitud religiosa se caracteriza en definitiva por una confianza en el ser supremo del cual se espera una mayor felicidad. Como consecuencia de esa confianza, la persona con una actitud religiosa positiva se entrega, y esta entrega se manifiesta en el uso de determinados medios para relacionarse con el ser supremo.
Lo sagrado se manifiesta siempre como una realidad de un orden totalmente diferente al de las realidades “naturales”. El hombre entra en conocimiento de lo sagrado porque se manifiesta, porque se muestra como algo diferente por completo a lo “profano”. Es la manifestación de algo “completamente diferente”, de una realidad que no pertenece a nuestro mundo, en objetos que forman parte integrante de nuestro mundo “natural”, “profano”. Entonces no se trata de la veneración de una piedra o de un árbol “por sí mismos”. La piedra sagrada, el árbol sagrado, no son adorados en cuanto a tales; lo son precisamente por el hecho de ser “hierofanías”, por el hecho de “mostrar” algo que ya no es ni piedra ni árbol, sino “lo sagrado”. Al manifestar lo sagrado, un objeto cualquiera se convierte en “otra cosa” sin dejar de ser “él mismo”, pues continúa participando de su medio circundante.
M. Eliade, Lo sagrado y lo profano.
Información tomada de: Libro de religión de grado 10: Ver a Jesús, SM.
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