miércoles, 15 de septiembre de 2021

Actividad 02 Religión, grado décimo. 4P

 El proyecto de un joven cristiano.

En el tema anterior analizamos la opción fundamental de Jesús y su correspondiente escala de valores. Ahora, nos planteamos qué reflejo tiene esa experiencia de Jesús en la vida moral del joven cristiano. Y lo hacemos analizando la experiencia de san Pablo tal y como la relata él mismo en sus escritos. 

Los siguientes textos bíblicos hablan sobre la argumentación moral cristiana en san Pablo y los cambios que produjeron su conversión:


Han escuchado, sin duda, de mi antigua conducta con el judaísmo: con qué furia perseguía yo a la Iglesia de Dios intentando destrozarla. Incluso aventajaba dentro del judaísmo a muchos compatriotas de mi edad como fanático partidario de las tradiciones de mis antepasados. Pero cuando Dios, que me eligió desde el seno de mi madre y me llamó por pura bondad, se complació en revelarme a su Hijo y en hacerme su mensajero entre los paganos, inmediatamente, sin consultar a hombre alguno y sin subir a Jerusalén para ver a quienes eran apóstoles antes que yo, me dirigí a Arabia y de nuevo regresé a Damasco.

Gál 1, 13-17

Fui circundado a los ocho días de nacer, soy de la descendencia de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de pies a cabeza, fariseo en cuanto al modo de entender la ley, fanático perseguidor de la Iglesia, e irreprochable en lo que se refiere al cumplimiento de la ley. 

Pero lo que entonces consideraba una ganancia, ahora lo considero pérdida por amor a Cristo. Más aún, pienso incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por Él he sacrificado todas las cosas, y todo lo tengo por estiércol con tal de ganar a Cristo...

Flp 3, 5-8

Sin embargo, la misma ley me ha llevado a romper con la ley a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien en mí. Ahora, en mi vida terrena, vivo creyendo en el Hijo de Dios que amó y se entregó por mí.

Gál 2, 19-20

Les digo, pues, y les recomiendo con insistencia en el nombre del Señor, que no vivan como viven los paganos: vacíos de pensamiento, oscurecida la mente y alejados de la vida de Dios a causa de su ignorancia y su terquedad. Perdido el sentido moral, se han entregado al vicio y se dedican a todo género de impurezas y codicia. ¡No es eso lo que ustedes han aprendido sobre Cristo! Porque supongo que han oído hablar de Él y que, en conformidad con la auténtica doctrina de Jesús, les enseñaron como cristianos a renunciar a su conducta anterior y al hombre viejo corrompido por seductores apetitos. De este modo se renuevan espiritualmente y se revisten del hombre nuevo creado a imagen de Dios, para llevar una vida verdaderamente recta y santa. 

Por tanto, destierren la mentira; que cada uno diga la verdad a su prójimo ya que somos miembros los unos de los otros. Si se dejan llevar de la ira, que no sea hasta el punto de pecar y que su enojo no dure más allá de la puesta del sol. Y no den al diablo oportunidad alguna. El ladrón, que no robe más, sino que procure trabajar honradamente, para poder ayudar al que está necesitado. Que no salgan de su boca palabras groseras; si algo dicen, que sea bueno, edificante, oportuno y provechoso para quienes les escuchan. Y no causen tristeza al Espíritu Santo de Dios, que es como un sello impreso en ustedes para distinguirlos el día de la liberación. Que desaparezca de entre ustedes toda agresividad, rencor, ira, indignación, injurias y toda clase de maldad. Sean más bien bondadosos y compasivos los unos con los otros, y perdónense mutuamente, como Dios lo ha perdonado por medio de Cristo. Sean pues imitadores de Dios como hijos suyos muy queridos. Y hagan del amor la norma de su vida, a imitación de Cristo que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de suave olor a Dios.

Ef 4, 17-5, 2

Es cierto, hermanos, que han sido llamados a la libertad. Pero no tomen la libertad como pretexto para satisfacer sus apetitos desordenados; antes bien, háganse esclavos los unos de los otros por amor. Pues toda ley se cumple si se cumple este solo mandamiento: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si se muerden y se devoran unos a otros, terminarán aniquilándose mutuamente. 

Por tanto les pido: Caminen según el Espíritu Santo y no se dejen arrastrar por los apetitos desordenados. Porque esos apetitos actúan contra el Espíritu y el Espíritu contra ellos. Ambos combaten entre sí, por esos ustedes no pueden realizar sus buenos deseos. Pero si se dejan conducir por el Espíritu, no están bajo el dominio de la ley. 

En cuanto a los frutos de esos desordenados apetitos, son bien conocidos: fornicación, impureza, desenfreno, idolatría, hechicería, enemistades, discordias, rivalidad, ira, egoísmo, divisiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes. Los que hacen tales cosas –les repito ahora, como ya les dije antes– no heredarán el reino de Dios. 

En cambio, los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, tolerancia, amabilidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio de sí mismo. Ante esto no hay ley que valga. Ahora bien, los que son de Cristo Jesús han crucificado sus apetitos desordenados junto con sus pasiones y malos deseos. Si vivimos gracias al Espíritu, comportémonos también según el Espíritu. No seamos vanidosos, provocándonos y envidiándonos unos a otros.

Gál 5, 13-26



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