LAS ETAPAS DE LA VIDA FAMILIAR
No es lo mismo
Si nos ceñimos a la situación más frecuente en nuestra sociedad, la familia nuclear, podemos conocerla mejor si recorremos las etapas habituales en la vida de una familia.
A lo largo de la vida de una pareja, desde que abandonan sus familias de origen, se suelen recorrer distintas etapas que tienen características distintas. Al tomar conciencia de ellas podemos entender mejor cómo la familia cumple su función.
Como un organismo vivo
La familia nunca es la misma. Con el paso del tiempo todos sus miembros se van haciendo mayores y envejeciendo. Es como un único ser vivo que va madurando y transformándose con los acontecimientos. Podemos distinguir distintas etapas en la vida de una familia:
El noviazgo. La atracción entre dos personas genera una relación estable basada en el enamoramiento. Es tiempo para conocerse. Cada uno vive con sus padres. Con el tiempo van acabando los estudios e incorporándose a la vida laboral, lo que les da una independencia económica que permite tomar decisiones y dar paso a la siguiente etapa del proceso.
El matrimonio se inicia con la boda religiosa o civil de los novios. Se goza de una convivencia definitiva y se elabora un proyecto de vida común. Los esposos disponen de tiempo el uno para el otro y se abren a la novedad. Hay que aprender a realizar un proyecto de vida. Cada uno trae un estilo de vida aprendido en la casa de sus padres, con hábitos y tradiciones diferentes. El inicio de esta etapa invita al establecimiento de unas normas conjuntas, a la distribución de tareas y espacios personales… ¡Y eso no es fácil!
Ser padres es un momento feliz: crece la familia y las relaciones cambian. Un hijo pequeño exige mucha dedicación y se convierte en el centro de atenciones de sus padres. Normalmente la madre le dedica más energía a la crianza y al cuidado del pequeño y el padre puede sentirse desplazado. Cuidar la relación de la pareja es más difícil y, por eso, también más importante.
La vida media coincide con la etapa en la que la familia está completa y los padres tienen que asumir todas sus responsabilidades. Ahora se comprueba si las necesidades de las etapas anteriores quedaron totalmente satisfechas. Si es así, se goza de la seguridad que da la experiencia; pero si no se han establecido las relaciones oportunas, los problemas suelen definir la vida cotidiana. Un detonante de muchas tensiones aparece cuando los hijos alcanzan la adolescencia y cuestionan la autoridad familiar.
Los hijos se independizan para acabar su formación, desempeñar su profesión y formar sus nuevas familias. Cuando el cuidado de los hijos ya no ocupa tanto trabajo, los esposos, ya mayores, tienen tiempo para estar juntos. Si no saben hacerlo, la ausencia de los hijos se vuelve muy dolorosa y aparece lo que se conoce como “el síndrome del nido vacío”.
Un problema que puede aparecer en las dos etapas anteriores es la necesidad de cuidar a los padres cuando se hacen mayores.
La jubilación supone otro gran cambio que nos dirige hacia el tramo final de la vida. Se dispone de mucho tiempo y hay que saber llenarlo de manera positiva. El declive del cuerpo puede abrir muchas inseguridades: la experiencia de la enfermedad es difícil de asimilar. Nos volvemos dependientes, de nuestra pareja o de nuestros hijos. Cuando uno de los dos fallece, hay que aprender a vivir en soledad.
Tomado de: Libro de religión "Ver a Jesús" de grado séptimo.
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